Llegó en el peor momento de su nutrida carrera y en el hoyo más profundo de un América que se encontraba desesperado por salir de la Primera B. En solo dos años y medio anotó 32 goles en 73 partidos disputados con la casaca escarlata, un promedio de 0.44. Bestial y apoteósico para un gran profesional al que las lesiones y el cuerpo técnico hoy le bajan el pulgar.
Pocos eran los crédulos cuando a finales de febrero arribó desde Uruguay un Ernesto Antonio Farías que había anotado en Danubio un gol en tan solo un año y con siete juegos disputados. Se bancó las burlas y los maltratos de una prensa feroz y a veces injusta como lo es la caleña, cayó a sus críticos con goles, formó junto a Ayron del Valle la delantera más temida de la Primera B, sin embargo, Bucaramanga frenaría en seco las aspiraciones escarlatas en 2015.
Para 2016 su cita con el gol y el cariño de los “diablos rojos” seguiría siendo idílica, le cambiaban de compañeros en ataque, pero él seguía respondiendo dentro del campo, su agradecimiento hacia América era único, lo sacó de un bache de su carrera profesional y solo podía retribuirlo anotando goles y corriendo como si tuviera 20 años a pesar de tener 36. El ascenso fue su tiquete para entrar eternamente en el corazón escarlata, su gol frente al Quindío siempre estará en las retinas de más de 5 millones de hinchas americanos, como niño estrenando juguete celebró esa consecución, era su sueño, su deseo, el arco norte del Pascual fue testigo esa tarde de noviembre de 2016 de ese cariño que demostró por América.
Sus lesiones en la rodilla fueron un lastre durante el presente año, solo disputó 9 compromisos y anotó dos goles (ante Tolima y La Equidad), se quedó con las ganas de disputar un superclásico ante Nacional. La decisión de Torres de apartarlo del primer equipo seguramente generará discusiones ahora y en un futuro cercano, pero pase lo que pase Ernesto Antonio Farías fue, es y será el capitán del barco que retornó al América a la Primera A.
Redactado por:
Camilo Valderrama
En Twitter: @CamiloVR