¡Cali total!

Pocas instituciones deportivas en el país han acompañado tan íntimamente la historia y el devenir de las regiones que las vieron nacer. El Deportivo Cali, y desde aquella tarde inmortal de Noviembre de 1912, unió para siempre su legado con el de Santiago de Cali y el Valle del Cauca. Nuestro equipo, histórico por haber estado presente en toda la segunda mitad de la vida republicana de nuestra ciudad, se caracterizó desde un comienzo por su fútbol lírico, su derroche artístico y musical en el campo, y por la obsesión hacia un estilo que siempre sometió la táctica a la prosa.

Quizás, al ritmo de una ciudad alegre, despreocupada y bailarina, nuestro estilo fue tan solo la expresión futbolística lógica para una sociedad acostumbrada al buen paso y al ritmo. Tanto la ciudad como el equipo fueron los primeros en Colombia en jugar al balompié, en ver una final de Copa Libertadores, en triunfar en suelos extranjeros, y en revivir el orgullo local, demostrando que fútbol y ciudad son una misma cosa.

Aun así, Cali, y el equipo que con orgullo lleva su nombre, han tenido que soportar todo tipo de fuerzas que desde dentro y fuera de su Valle han intentado siempre menoscabarlas. Otros títulos estuvieran enmarcados en la Sede Alex Gorayeb de no ser por la infamia de los campeonatos amañados en la década del 80, y por las luchas políticas de una mafia que pronto se trasladó al fútbol para instalar sus prácticas en favor de nuestros rivales. Sin dudas, y a diferencia de otros equipos, en el Cali el resultado solo es válido cuando se obtiene con fútbol.

Esta versión exótica de grandeza, tan vallecaucana como el Deportivo Cali, no incluye las exageraciones de la egolatría que con tanta naturalidad afloran en otras regiones. Grandeza que va más allá de los triunfos, y que reside en el juego mismo, pues el máximo orgullo para los aficionados es nuestro estilo de juego. Mientras en otras partes se vende lo opaco a precio de brillante, el Cali nunca ha necesitado convencer a nadie de su jerarquía; la historia termina por otorgar aquello que el verso intenta ocultar.

Hoy, a la luz de más de un siglo de historia, nueve títulos de liga, varias finales internacionales y otros tantos reconocimientos juveniles y profesionales, hemos logrado construir una institución deportiva amparada en el paladar exigente de los hinchas, la convocatoria de los socios, y el desarrollo de una cantera poderosa, sin perder jamás la esencia de nuestro juego: la poesía por encima de la ciencia, el arte en detrimento del trabajo forzado.

Este es pues el Cali, una ciudad, un valle, un equipo.

 

Columnista

Gustavo Caicedo Hinojos.

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