Todos, cada uno de nosotros seamos socios, hinchas o seguidores del azucarero, tenemos un modo de expresar nuestra alegría y descontento con lo que pasa con el equipo. Celebrar, llorar o rabiar, cosa está última más frecuente de lo deseado.
Podemos, gracias a la constitución, expresarnos con libertad, pero, por favor, deberíamos tratar, al menos eso, el procurar hacerlo con inteligencia, de la emocional y de la otra. Administrar pasión, porque la palabra dicha no tiene reversa y el daño en otros no lo podés calcular.
Nos quejamos con cierta regularidad acerca de lo que se dice de nuestra amada institución y de como nos tratan de “cocina” o “circo”. Nos quejamos de lo mismo que nos burlamos de los vecinos y otros rivales, simple, ellos han dado de qué hablar por lo que tienen (o no tienen) y lo que hacen. Las palabras de sus directivos y jugadores las caricaturizamos, dentro del marco de la rivalidad, para hacer de eso algo para burlarnos, para vivir los clásicos de forma diferente.
Curioso, sin embargo, que apliquemos la “ley del embudo” y que cuando nos la devuelven es complicado aceptarlo y más si somos nosotros mismos los que damos ese jugoso material con lo que escribimos en redes, lo que comentamos en foros o el eco que le hacemos a lo que dice un periodista de intenciones no tan sanas.
Sí, yo sé, lo sabemos todos, que el origen de mucho de lo que dicen es el mismo y que no debería serlo, pero no modo, es la forma en como han decidido hacerlo en un aprendizaje que, ojalá, no sea más costoso de lo que, en términos institucionales, ya lo es.
Advierto, lo que escribo no es una invitación a guardar silencio, a tragar entero o resignarse, no, como hinchada tenemos el deber de no abandonar, estar en la buena y en la mala, así como también de construir y nada construye mejor que una buena crítica, la que alecciona, la que quien la recibe no condena o ignora, sino que agradece.
¿Cuánto puede mejorar el nivel de un jugador si le decimos que se corte las piernas? ¿Cuántos goles puede hacer un delantero al que le decís “muerto”? ¿Quién se echa un equipo al hombro cuándo desde la tribuna le dicen “frío”?
Sí, ya sé, los jugadores deben tener la cabeza preparada como los pies para el fútbol y así mismo tener la capacidad para lidiar con eso, de acuerdo, deberían, pero recordemos que muchos de ellos todavía están en el cascarón y que, además, los rodea un ambiente lleno de división, discurso poco alentador y declaración de crisis frecuente, sin contar con la frustración y rabia de una hinchada junto a unos socios que no ven una luz en el faro que escogieron como guía.
Por eso, ojalá se pudiera, respiremos hondo, aceptemos el que estamos en un punto muy complicado del que, sí o sí saldremos, pero unidos, alejándonos del ego, silenciando la mala leche, invitando con respeto a guadrar silencio y trabajar.
Quiero hablar de fútbol, lo necesito y sé que Pelusso y sus muchachos nos lo darán.
Deportivo Cali, cuentas conmigo, estoy junto a ti por siempre.
Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.
Redactado por:
Germán Salcedo Cajiao
En Twitter: @Germanchos